En 1957, de manera casual, grabó un disco que pasó desapercibido por el mercado, así que sobrevivía como vendedor ambulante. Incluso viajó a Argentina, pero no para cantar, sino para negociar con sábanas. Ocasionalmente actuaba en locales de la costa catalana. Poco a poco, su nombre se fue conociendo en Barcelona. Así, grabó un par de discos que sonaron bastante en las emisoras de la zona. Al poco se casó con Fuensanta, Santa, una gitana de la familia a la que años más tarde dedicaría una de sus más populares canciones: «Mi Santa».
A mediados de los 60 dio el salto a Madrid, cuando fue contratado por El Duende, un tablao flamenco perteneciente a Pastora Imperio y Gitanillo de Triana, y ahí se inició su escalada. Algunas de sus interpretaciones, como «El muerto vivo» del colombiano Guillermo González Arenas, empezaron a tener mucho éxito entre gente de diversa extracción social. Y en este momento ocurrió un fenómeno muy significativo que Manuel Román describió así en su libro "Memoria de la copla": "En las discotecas de moda, donde se programa música anglosajona y de los conjuntos españoles de la época, como Los Bravos y otros del género pop, hay de pronto un cambio brusco, pasada la medianoche, que el pinchadiscos de turno aprovecha para que suenen las rumbas de Peret".
En 1967 grabó «Una lágrima», versión rumbera de un vals del maestro Monreal, que tuvo un éxito fulgurante, convirtiéndose en una de las canciones del verano de 1968. En esta época la música de Peret —potente y vertiginosa, con influencias del mambo y del rocanrol— sonaba constantemente en emisoras de radio, máquinas de discos, tabernas, casinos, discotecas, guateques, fiestas mayores...
En los años posteriores, todas las orquestas incorporan a su repertorio temas como «El gitano Antón», «Don Toribio Carambola», «Saboreando», «¡Lo mato!», «Si fulano fuese mengano», «Chaví», «Canta y sé feliz» (con la que participó en el Festival de la Canción de Eurovisión 1974), «Qué cosas tiene el amor», «A mí las mujeres ni fu ni fa», «Castigadora», «Tracatrá», etc. Muchos de sus grandes éxitos son derivados de un estilo del son cubano denominado guaracha, que influyó en gran medida en la rumba catalana. Ejemplo de esto es la guaracha «¡Lo mato!», del cubano Ñico Saquito. Peret cuenta que cuando era joven iba a la sala de fiestas Rialto, a bailar los mambos de Pérez Prado, vestido de roquero: para él, la mezcla de música cubana y de rock es fundamental en la creación de la rumba catalana.
El bombazo internacional lo dio con «Borriquito» en 1971, con letra y música del propio cantante, que coincidió con el boom del turismo en España, lo que contribuyó a que la canción se popularizara en todo el mundo y en especial en los Países Bajos (7 semanas como #1) y Alemania (dos semanas #1). Esta canción también tuvo mucha aceptación en México y Latinoamérica, lo cual originó que otras canciones de estilo similar llegaran al mercado latinoamericano.
Su segundo gran éxito internacional fue "Es preferible reír que llorar", de 1972. Muy popularizado en Latinoamérica y especialmente en la Argentina y Uruguay. De hecho, es su canción más conocida y escuchada en estos países, aun décadas después de su lanzamiento. Y la frase "es preferible reír que llorar", se popularizó quedando en el habla popular, por lo menos, hasta los primeros años de la década de los 90.
Fuente: Wikipedia
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